JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 01/12/2010

Llegó avalada nada menos que por Obama hace un par de años al Festival Jazz en la Costa, y provocó colas en la puerta hasta agotar las entradas en nada y poner la reventa por las nubes. Ahora también llenó en el concierto despedida de la presente edición del Festival de Jazz de Granada, pero sin tanta prisa, como Obama, como su concierto.

Según la organización unas 16.000 personas pasaron por la muestra este año, con un 90% de ocupación y una demanda netamente local, ya que el 60% del público asistente es de aquí, mientras que el resto ha venido de otras provincias españolas, principalmente de Málaga, Jaén y Madrid. El director del festival, Jesús Villalba subraya en su balance el interés puesto en "los músicos granadinos y andaluces, un colectivo que ha tenido una amplia representación" y la oferta de tres niveles que ha permitido "que el jazz del Festival haya estado al alcance de todos los bolsillos".

Mediática como casi nadie en el jazz, con una imagen espectacular y una fotogenia que sabe aprovechar como pocos artistas, en Jazz en la Costa ofreció un "menú degustación", y ahora optó por algo más concreto: tocar su último disco, en el que recupera el espíritu de las orquestas de cámara con las que actuaba siendo niña.

Cuida mucho su puesta en escena, así, con una historiada llegada (y despedida), sentada meditante en un mesa camilla con copa de vino incluido (¡nada de sofisticación, vino del Mercadona!) mientras se desabriga, se descalza, hizo una pausa antes de entrar (y salir) en el sueño del concierto al otro lado del telón. Bajo su bola de pelo "onceochoonce", la Spalding "aúna talento y ambición a partes iguales" escribió el arriba firmante en Almuñécar, y lo suscribe ahora de nuevo. Lo segundo es obvio tras el tratamiento "diferente" que ha buscado para sus canciones en el disco 'Chamber Music Society', que suena inasible, vaporoso e ingrávido como un inocente musical de Hollywood; y lo primero evidente tras comprobar, cuando el grupo se deja de pasajes flotantes dignos del 'Mago de Oz', como se reconcentra en un efectivo trío de piano lanzado a todo trapo con una bajista bombeando graves con taquicárdica autoridad. Magia y precisión.

Conquistada la plaza de bajista de renombre (no hay nada más que ver su historial de Vips que ha acompañado) busca esta chica su sitio entre las cantautoras de jazz, con una voz juguetona que recuerda la frescura de Minnie Riperton en su timbre y la de Flora Purim por sus maniobras, ocasionalmente en paralelo a la voz de Leala Cyr, como ésta doblaba el piano de Chick Corea. Los arreglos miniorquestales de cuerda son el telón de fondo de estas canciones que alcanzan toda la gama -violín, viola, chelo y contrabajo- cuando ella coge también el arco; pero con el tiempo escucharemos también este material en un contexto menos camerístico y más de jazz, quizás se concreten.

Tras la delicadeza de 'Little fly' nada más pasar el telón onírico hacia dentro, comprobamos una vez más su permeabilidad a lo hispano, cantando en su momento la traducida 'Cuerpo y alma' y ahora emulando el sonido del andino bombo legüero para arrimarse las chacareras y el tango. Irreconocible fue su versión del 'Wild is the Wind' de David Bowie, o el 'Apple Blossom' de Milton Nascimento reducidas a su esquema más esencial. Mientras que los juegos vocales de las dos cantantes, en 'Inútil Paisagem', ya casi al final, fue el momento más aplaudido de la noche. 'Winter Sun' y una revisión con subrayado vocal del 'Really Very Small' remataron la despedida. De propina, 'Midnight Song', tan vestida de calle que era inútil pedir más.