ARTISTAS, GRUPOS...:
Esperanza Spalding | Leo Genovese | Ricardo Vogt | Lyndon Rochelle
GÉNEROS, ESTILOS...:
SALAS, FESTIVALES...:
Jazz Entre Olivos | Jardines de Jabalcuz
SELLOS, DISTRIBUIDORAS, EDITORAS, PROMOTORAS...:
Canta de una manera libre y fluida, no se encorseta en el standard, y trabaja el scat con soltura y alegría.
Diecisiete ediciones, diecisiete, del Festival Internacional de Jazz de Jaén, "Jazz entre Olivos", se inauguraban ayer en el recinto de los Jardines de Jabalcuz (otrora vergel, apenas arriate ahora) de la mejor de las maneras posibles, con puro talento sobre el escenario. Más de un millar de personas (en números difíciles de calcular) se agolpaban en un espacio precioso pero pequeño y de difícil acceso. Es sorprendente cómo no se habilitó transporte público para la ocasión, mientras los conductores buscaban el último rincón de cuneta en el que colocar su vehículo. Entre los asistentes, no podía ser de otra manera, el inefable Ángel Millán "que-hay-de-lo-mio", dimitido director del Festival, con su inseparable bastón, ese con el que le arrea (metafóricamente) al concejal de Cultura. Pero además había mucha, muchísima gente. Todo con un buen motivo, ver a la niña bonita del jazz actual. ESPERANZA SPALDING sabe que tiene mucho del futuro de esta música en su enjuta espalda, esa que carga tanto con bajo eléctrico como con contrabajo y lo demuestra con una tenacidad a prueba de bombas. Como mostró en los Jardines de Jabalcuz, está llamada a ser frontwoman; interactúa con el público con una facilidad pasmosa y tiene una mirada y una sonrisa cargadas de carisma, por mucho que trate de esconderlas detrás de un gorra de dimensiones estrambóticas, que escondía su distintivo cardado.
Con puntualidad jiennense (veinte minutitos de cortesía), mientras el calor se disipaba con la brisa de la sierra de Jabalcuz, Esperanza Spalding y su cuarteto saltaron al escenario entre aplausos y antes de terminar el primer tema ya tenían al público en el bolsillo. Spalding basa su repertorio en la intuición jazzística y no se ata a lo escrito. "Jazz is soul" decía, al inicio del segundo de los temas que desgranaba en la noche, 'Body and soul', y ella pone toda el alma del mundo a la hora de atacar el contrabajo, revelando una intuición bárbara para con el instrumento. Sus dedos caminan decididos por el mástil y se hacen fuertes en la parte baja. Con el bajo eléctrico su pulso es nítido y vibrante a la vez, su sonido inconfundible. Por eso con 19 años lo tocaba en los discos de M. Ward. Pero Esperanza Spalding, una jazzwoman contrabajista con banda propia (y no, no es broma), conquista sobre todo por su forma de cantar. Lo hace de una manera libre y fluida, no se encorseta en el standard, y trabaja el scat con soltura y alegría. Su forma de cantar es puramente negra, el eco de la Fitzgerald nos llega enseguida, pero, curiosamente, fueron dos blancas las que llegaron a mi mente cuando me hizo cerrar los ojos durante sus deliciosas interpretaciones: Anita O'day con el scat y Björk (la de los Glin-Gló, quiero decir) en la flexión de las notas altas. Y todo esto con veintiséis primaveras.
Porque su exultante juventud se traspasaba también a su banda, muchachitos con ganas de comerse el mundo y que revelan en su cutis que aún no han tenido tiempo de atragantarse. Leo Genovese destilaba virtuosismo con toda clase de teclas: las de Rhodes, las del cola, las de la melódica... Un compañero ideal para Esperanza; mientras, Ricardo Vogt sabía trabajar la guitarra a lo George Harrison, en un discreto pero vital segundo plano. Desapareció del escenario para dejar la formación en un trío un buen rato pero, mientras estaba, se respiraba la química entre él y la Spalding. Lyndon Rochelle a la batería respondía sin reparos a lo que se puede esperar de un trío-cuarteto en el que la sección rítmica lleva la voz protagonista. Tuvo, incluso, un casi inacabable momento de gloria épica entre redobles. Desde un inicio más purista, fue avanzando hacia un territorio en el que se siente extremadamente cómoda, el de improvisar y hacer improvisar, a su banda y hasta al público. Tras casi dos horas de concierto volvió para ofrecer un bis cargado de bossa que hubiera hecho las delicias de Carlos Galilea. Se despidió de Jaén Esperanza Spalding cuando ya era madrugada, pero esperemos que algún día vuelva, su música apunta a que aún hay margen de mejora, lo que significa que las distancias entre lo bueno y lo mejor se deben acortar, por fuerza.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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