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MIGUEL RÍOS

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MIGUEL RÍOS

Titán Ríos

Miguel Ríos volvió a Granada el pasado viernes para decir "Bye Bye Symphonic Ríos". Gran concierto de uno de los referentes del rock nacional, que sigue en plena forma y que cuenta en esta gira con una orquesta para dar un nuevo giro a su repertorio. Crónica de Juan Jesús García.


Redactor  JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 18/12/2018


Contaba MIGUEL RÍOS en sus memorias que su madre le dijo tras ver a Antonio Machín ya mayor en el Teatro Isabel la Católica: "Niño, no te vayas a hacer viejo en un escenario que no hay nada más feo que un viejo en un escenario". En la actualidad Miguel supera en casi diez años los que tenía el cubano/sevillano aquella noche, como también tiene diez menos que cuando B.B. King puso al público de pie en el último Tabacoblues. Nada más relativo que la edad en las cosas de la música, y más en directo. ¡Qué circuitos cerebrales activará esa realimentación monstruosa de miles de personas aplaudiendo para que sea imposible prescindir del escenario!


Y aunque Miguel Ríos ha cuidado mucho su trabajo impreso, con trabajadísimas grabaciones multinacionales y un celo profesional exhaustivo, es de cara al público donde siempre ha superado lo grabado (también en presente: ¡supera!). No hace falta recordar que fue el primero en montar giras y festivales organizados ('Conciertos de rock y amor', 'Noche roja'...), también de atraer patrocinadores a esta escena, de insistir en la alta calidad técnica del producto y, desde luego, ha sido un maestro dándole vueltas a un cancionero desde todas las formas imaginables, sea con una Big Band, haciendo duetos con ectoplasmas tridimensionales, en acústico, en eléctrico, en medio pensionista... y ahora con una orquesta clásica.


Sinforock


Desde los tiempos de Deep Purple y Procol Harum, tocar con medio centenar de profesores clásicos, se ha convertido en un estándar probado por grupos de todos los estilos: Jarabe de palo, Los Planetas, Sôber, Mago de Oz o Barón Rojo... Experimentos ya nada excepcionales habida cuenta de que buena parte de las incorporaciones a muchas orquestas son de músicos criados en la era del rock, y por tanto menos refractarios a la promiscuidad estilística. Pero de todos, solo Miguel Ríos se ha atrevido a salir de gira con este amplio y costoso montaje humano.


Tras las intervenciones que realizó con la OCG (y el disco consiguiente), Miguel Ríos acuñó su 'Symphonic Ríos' (con el mismo "logo" de su apellido que el 'Rock & Ríos', como una segunda parte) y el viernes cerró su gira en Granada. Punto y final, o punto y aparte, el tiempo lo dirá, pero...


Mientras la orquesta Universal calienta con versiones instrumentales, es fácil recordar que este artista ha sido también explorador de estas lides, cuando Rafael Trabucchelli y Waldo de los Ríos (para los recién llegados: no es de su familia) pensaron que bien podría ser el granadino un buen portavoz de piezas clásicas de Beethoven, con su celebérrimo 'Himno', y después el eurotelevisivo 'Te deum' de Marc-Antoine Charpentier (idea que luego cundió: Pop Tops replicaron con Bach y Pachelbel). No fue por tanto el inventor del rock sinfónico, pero sí por aquí del sinfonismo rock.



Miguel Ríos contra la ley de las máquinas


El concierto se retrasó más de media hora mientras el público, que llenó el Palacio (en versión sentado), conseguía acceder al recinto tras una equivocación en la impresión de la localización de las entradas. Sus modélicos seguidores (¡excepcionalmente no había ni un solo casco de bebida tirado en la puerta!) encaró la situación con una paciencia absoluta a pesar del frío ambiente. El cantante se hizo cargo de la situación con humor nada más salir: "Si yo no tuviera algo que ver con la organización pediría que me devolviesen la entrada", dijo, provocando la hilaridad solidaria de la audiencia. Y todo solucionado.


Gigantismo dramático


En el aire queda cómo hubiera pensado Waldo de los Ríos los arreglos para este proyecto, tal vez muy parecidos a los que el viernes sonaron en un Palacio de Deportes lleno de paisanos y afecto. Mucho. Calidez humana tan protagonista como la profesional, en una espiral de cariño que se podía tocar físicamente, y excepcional en una "Graná" que afortunadamente ya no es la que fue, y se alegra solidariamente del éxito ajeno (un recuerdo cariñoso aquí para Martínmorales y la ácida viñeta que le dedicó al respecto en los tiempos del 'Rock&Ríos').


Pero Miguel Ríos es rock and roll, con violines y fagots o sin ellos, y cuando José Nortes pulsa el botón de "start" de Los Black Betty Boys, la sesión comienza. Los arreglos pensados por, entre otros, Josep Mas "Kitflus" y Joan Albert Amargós (veamos: ¡Iceberg y Música Urbana!) para los BBB (Nortes, Daniel Griffin, Javier Saiz y Luis Prado "Sr Mostaza") y los cincuenta músicos de la UO dirigidos por Carlos Checa, redimensionan hasta el gigantismo un repertorio archisabido, disparando las cotas dramatismo y épica en una mezcla proteica en la que cuerda, viento y banda eléctrica surfean al mismo nivel de presión.


A partir de una obertura en plan medley tipo James Last, arrancó con su 'Memoria de la carretera', declaración de intenciones de cuando eran estrechas y llenas de Barreiros y accidentes, hasta las actuales autopistas saturadas de radares. Toda una vida, la suya y la de los de enfrente. Dos horas largas a pleno pulmón hasta que el cuerpo aguante, con pausa para desbeber obligatoria.


"Buenas noches, bienvenidos hijos de rock and roll", sirvió para eso, claro que los hijos de entonces son ya padres y abuelos; y no hubo muchos nietos, que ellos prefieren el Trap. Sin embargo el oficiante sigue exactamente igual, acalambrado y con un rictus entre la tensión y la sonrisa, plantado en medio del escenario, de negro celebrante, gravedad como un Johnny Cash meridional, y con costuras de acero para que el monstruo del rock and roll que lleva dentro no le reviente las sisas.



Fiesta compartida


Su concierto fue una fiesta compartida con sus paisanos y antiguos vecinos por los meandros de la existencia, en los que se las ha arreglado para que en cada curva aparezca siempre alguna canción suya, hasta juntar tantas que su apellido adquiere proporciones amazónicas: 'No estás sola', 'El blues del autobús', 'En la frontera', 'Directo al corazón, 'Reina de la noche', 'El Río', 'Todo a pulmón' (muchas baladas, sí, que siempre fue un intenso baladista)... Canciones que son ya propiedad sentimental del gentío y que comparte cantando con la alegría colectiva de estar todos aún por aquí.


Y es de agradecer que no todo el libreto sea de las canciones preceptivas (aunque con reseñables faltas: 'Al Andalus'...), que como autor reclame atención hasta el último día (¿?) para piezas de popularidad menor pero que para él tienen gran peso especifico y que han significado mucho en sus etapas más sombreadas en el tobogán que ha sido su vida artística de medio siglo y más: pongamos como ejemplo a 'Boabdil el chico', 'Sueño espacial' o 'Antinuclear', estampas sonoras, que con sus ocasionales explicaciones destacan a la persona sobre el personaje.


Agradecido


Como no podía ser menos, jugando en casa y con un equipo de siete mil personas todos a una, se mostró muy comunicativo y dicharachero, feliz, incluso emocionado a pesar de haber dado ya varias vueltas a su contador de conciertos; incisivo y reivindicativo, haciendo de su suelto verbo un importante añadido en su diálogo con el público... fuese pidiendo excusas, agradeciendo el mecenazgo del público ("sin vosotros todavía seguiría en los Almacenes Olmedo"), o haciendo bromas sobre los asuntos prostáticos. Recordó aquella "noche de verano" cuando instaló una pantalla en la antigua cárcel para que los reclusos siguieran su festival, y no calló ante la triste vigencia de alguna de sus canciones: "Algunos países quieren blindarse desentendiéndose de la injusticia que ellos mismos ayudaron a crear", en referencia al tan próximo a nosotros drama mediterráneo de la inmigración.


Para el final de los finales (o no) se guardó cartas marcadas como 'Santa Lucía', 'El himno de la alegría' o su mítico 'Vuelvo a Granada' (¡que ya puede hacer en tren de nuevo por fin!). Material sensible que apuntaba a la euforia colectiva, la ovación absoluta y no pocas predecibles lágrimas dada la temperatura emocional de la bancada. Todo un titán del espectáculo que se va. Que "se está quitando" dice ("ya sólo se pone de vez en cuando", continúa la canción), pero no se lo crean, recuerden a B.B. King (o Cash), hechos de una madera todos de la que ya no queda.

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