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Henri Michaux | Manuel Cirauqui
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El museo Guggenheim de Bilbao rinde homenaje al poeta y pintor belga Henri Michaux en una muestra, comisariada por Manuel Cirauqui, que podrá verse hasta el 13 de mayo y que nos enseña cincuenta años de su actividad creativa. Nos da más detalles Kina Jaraíces.
Pensaba HENRI MICHAUX que la abstracción le daría lo que tanto deseaba: expresar lo inexpresable. Pero tardó en decidirse y no fue hasta los 25 años cuando, influenciado por Paul Klee, cogió su primer pincel. Tampoco fue prematuro en el consumo de drogas psicodélicas. Las experimentaciones con el hachís, el LSD o la mescalina llegaron a los 55 años, creando gran parte de su obra bajo estos efectos.
Por aquel entonces la década de los 50 estaba llegando a su fin y muy pronto estas sustancias se convertirían en las pesadillas de muchos jóvenes. Sin embargo, el artista, que se definía a sí mismo como "un sobrio bebedor de agua nada interesado en los paraísos artificiales", consumía estas drogas solo con la intención de observar cómo se comportaba la consciencia bajo estas experimentaciones. Su método consistía en contemplar y garabatear imágenes y palabras bajo las influencias psicotrópicas. Y, una vez que regresaba del viaje, convertir esas experiencias en dibujos y textos. Es decir, convertir a su pintura en pura percepción. En el otro lado.
Sería imposible que la obra de un artista no estuviera influenciada por las corrientes de su época, pero a pesar de que entre sus creaciones encontramos una clara referencia al surrealismo y al expresionismo, Michaux renegó expresamente de toda filiación o corriente. Confesaba que el único movimiento al que podría adscribirse sería al "fantasmismo: un arte de espectros y apariciones". Decía el propio artista que él siempre pintaba "para sorprenderse", no para obtener resultados predefinidos sino para provocar el nacimiento de figuras, de signos o de paisajes indefinibles.
Además de experimentar con las sustancias alucinógenas, investigó culturas no occidentales y el arte primitivo. Se alejó del significado de las palabras y dejó fluir libremente los gestos de la mano al modo del automatismo surrealista y del frotagge, creando obras que muestran trazos o manchas en las que intuimos visiones de la realidad, de figuras humanas o de rostros que lo acercan al expresionismo abstracto. Ya en los años sesenta evolucionó hacia la abstracción, a través de la cual expresó diferentes estados mentales e invento, además, nuevas caligrafías en un intento de abrir una puerta a ese callejón sin salida en el que se encontraba el arte en ese momento.
Dicho todo esto, cuando observen la obra de Michaux recuerden solo una cosa: que el artista belga quizá nunca trató de expresar nada. Que probablemente todos sus esfuerzos se encaminaron a esa zona indescriptible e incomunicable en la que los significados desaparecen. No lo digo yo, lo dice Octavio Paz en el prólogo de 'Miserable milagro' (1956), uno de los tres libros mescalínicos de Michaux. Y yo, a un premio nobel no le llevo la contraria.
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Prometemos no ponernos pesados... ;)
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