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LA TUMBA DE MARÍA ZAMBRANO

LA TUMBA DE MARÍA ZAMBRANO

La última palabra de María Zambrano

La pieza que dirige Jana Pacheco es un presente continuo en el que el hambre y el dolor persisten y ante los que María Zambrano jamás pudo asistir en silencio, sino con una inquietud que marcó su obra y su vida. Poesía y performance se fusionan en 'La Tumba de María Zambrano (Pieza poética de un sueño)', en cartel del Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional hasta el 11 de febrero. Crítica de Vicky Peinado.


Redactor  VICKY PEINADO  |  Madrid, 24/01/2018


En torno a un epitafio, el de la tumba de María Zambrano, se vertebra el montaje que puede verse estos días, y hasta el 11 de febrero, en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán. Nieves Rodríguez Rodríguez, autora del texto, parte del "Surge, amica mea, et veni" (Levántate, amiga mía, y ven) que reza la lápida de la pensadora y filósofa malagueña.


'LA TUMBA DE MARÍA ZAMBRANO (PIEZA POÉTICA EN UN SUEÑO)' es un homenaje a la figura de la autora y un alegato contra el hambre, porque aunque el tiempo de María ha pasado, no así ese hambre que se prefigura en otras guerras, en otras gentes y que aquí tiene el rostro de un niño.


Varios tiempos confluyen en escena, la María niña (interpretado de forma eficaz por Irene Serrano) de infinita imaginación e inagotables preguntas con las que vuelve loco a su padre (Daniel Méndez), la hermana, ausente siempre en este hilo temporal, que aparece en otro tiempo atravesada por el dolor de la pérdida causada por la guerra. Está en un espacio temporal diferente y construido en un código también distinto, desencajado, estilizado e interpretada con sutileza y gran expresividad por una espectacular Isabel Dimas. El tercero es un tiempo en el que el niño (un conmovedor y acertadísimo Óscar Allo) traído al presente y la Zambrano anciana (Aurora Herrero) se encuentran en el cementerio.


María, más allá de su muerte sigue llorando el hambre de los desheredados, su infinita humanidad la  sobrevive y se hace corpórea en ese encuentro con el niño hambriento. Ella sigue buscando la última palabra con la que arreglar el desastre, con la que terminar con tanto dolor y tanta miseria. Pero los hilos temporales terminan por mezclarse todos, porque los dolores de ayer continúan en el hoy y amenazan con quedarse.


La pieza que dirige Jana Pacheco es un presente continuo en el que el hambre y el dolor persisten y ante los que María Zambrano jamás pudo asistir en silencio, sino con una inquietud que marcó su obra y su vida. Poesía y performance se fusionan en la hora y cuarto que dura el espectáculo. Xus de la Cruz realiza un trabajo exquisito en la coreografía, el movimiento escénico tiene una importancia crucial, al que acompaña el espacio sonoro, creado por Gastón Horischnik, que desde el primer momento nos sumerge en el mundo de la pensadora española.


La dirección apuesta por mezclar lenguajes en escena, el vídeo, la voz de la propia María Zambrano en vida, la música, los códigos diferentes para los intérpretes, las imágenes corporales, la máscara... para recrear el universo de la escritora.

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