VICKY PEINADO  |  Madrid, 21/12/2011

Dos actores, un espacio verosímil, que representa un sótano de alguna cuidad del mundo "civilizado", la soledad, la necesidad y la futilidad del tiempo se dan cita en la sala Réplika cada fin de semana hasta enero.

Los personajes de esta pequeña historia, encarnan dos tipologías de emigrante: el que sale de su tierra en busca de un futuro económico que le permita salir adelante a él y a su familia y el que huye por razones políticas e ideológicas y termina buscando una razón por la que existir. El intelectual y el obrero se miran a la cara durante dos horas, ambos tienen mucho que aprender del otro, pero ninguno de los dos termina de comprender la realidad del compañero con el que comparten techo un día tras otro.

El día de fin de año articula la acción, la excusa perfecta para abrir una botella y beber, es entonces cuando la lengua se suelta y los fantasmas de los dos personajes se hacen visibles para el otro. El espectador asiste a la construcción de cada uno de los personajes en directo, en realidad, ninguno de los dos tiene demasiados datos sobre el otro, sólo que pueden inferir de sus acciones. Conforme avanza la borrachera van arrojando luz sobre la identidad de cada uno de ellos.

Son dos hombres con sueños distintos, que chocan en mentalidad y en objetivo. Ambos han perdido el norte, pero ninguno de los dos es consciente de ello, hasta ya muy avanzada la acción.

El alcohol y la soledad los hace iguales por un momento, frágiles y humanos, el fin de año, momento de hacer recuento y plantear nuevas metas es idóneo para la catarsis de ambos. Que se destrozan el uno al otro, para no llegar a ninguna parte, cuando todo acaba siguen en el mismo sótano con los mimos deseos y las mismas contradicciones y problemas irresueltos. La sociedad que les ha tocado vivir decide por ellos, les dicta hacia dónde deben tender y hacia dónde se supone que tienen que querer llegar, según su condición: la de intelectual (hombre ilustrado, fino, ordenado) o la del obrero (esclavo, mula de carga y bruto).

La dramaturgia del texto adolece de falta de interés en cuanto a su abordaje, desde esquemas ya desgastados, de temas que pese a ello están de actualidad y se configuran como universales. Pierde fuelle la interpretación de los actores, que hacen gala de una gran resistencia y una capacidad encomiable de mantener las tensiones de sus personajes, debido al planteamiento, demasiado estático, carente de acción y al que le hubiera hecho falta una tijera afilada que cortase todo aquello que es tópico en su discurso y que ya hemos escuchado de esa misma forma en demasiadas ocasiones.