MIGUEL LOPOTT  |  Madrid, 02/05/2011

Dirigida por Roger Gual, 'MÁS ALLÁ DEL PUENTE', de David Botello, tiene un objetivo muy claro, el entretenimiento, divertirnos a base del recurrente e infinito en posibilidades mundo de las relaciones de pareja. En clave de comedia nos encontramos frente a dos personas, un hombre y una mujer con la autoestima bajo mínimos, que el "azar" o el "destino" han colocado sobre un puente en el momento que ambos se disponen a poner punto y final a sus frustraciones. Frustraciones que se transformarán en amor, en un amor con reglas, con condiciones que a la postre pesarán demasiado en la relación. De esta manera viviremos el paso de un año de convivencia creada a partir de un colapso emocional y que se oscurece con la sombra del pasado. Con una buena dosis de humor salpicada por momentos de cierta amargura, Marta Torné y Santi Millán (que sustituyó a Alex Brendemühl) se encargan de dar vida a esta pareja con la que compartiremos todas las etapas del amor: la pasión del comienzo, la idealización del otro, las ganas de compartir, el culmen, el declive, los problemas, el desgaste, la monotonía, los defectos, las inseguridades, el pasado.

A pesar de que la temática en algunos momentos podría tener tintes dramáticos, la frescura, la cercanía emocional (con participación del público incluida) y sentirnos por momentos representados en la pareja avivaran la carcajada.

Marta Torné realiza una interpretación notable en lo que supone su primera experiencia teatral, con la dificultad añadida que supone la soledad escénica en los monólogos que desarrolla frente al público. Santi Millán retorna tras diez años de ausencia de los teatros (desde que abandonó La Cubana) y, como no puede ser de otra manera, se comporta como pez en el agua, su personaje bien podría haber sido extraído de 'El Club de la Comedia'.

La proyección de audiovisuales refuerza con el lenguaje gestual de los rostros de Marta y Santi los estados por los que discurre la relación de la pareja. Estas proyecciones se soportan con una banda sonora brillante y extraordinariamente seleccionada pero que queda deslucida con unos cortes demasiado bruscos que resultan incómodos para el oído del espectador. La escenografía de Estel Cristià y Max Glaenzel integra tres escenas que se van alternando entre sí permitiendo unas transiciones suaves.

Con un ritmo ágil, disfrutamos del humor y del drama reflejo de la vida real, vida real por la que cada uno de nosotros, en nuestro afán de querer y ser queridos, participamos en nuestras carnes de estos estados.