MARTIN PAGE  |  Madrid, 16/11/2018

Desolation Center:

De cómo dos promotores hartos de la represión policial que reinaba a principios de los 80 en la ciudad de Los Ángeles (y que les esperaba y apaleaba a la salida de los conciertos), decidieron probar a montar actuaciones musicales en el desierto de la Baja California aprovechando la buena voluntad de la efervescente escena punk y urderground mientras la era Reagan de las hombreras, los yuppies y los hitazos ochenteros comenzaba a asomar la cabeza.

Embrión y primaria inspiración de festivales posteriores como Lolapalloza, Burning Man, Coachella o Boaty Weekender, 'Desolation Center' se revela como un interesante y definitivo alegato de como la música se puede recrear en cualquier lugar.

Recomendable para todas aquellas personas que sigan confiando en los festivales.

Studio 54:

Ascensión, caída y redención del templo más hedonista, liberal y diferente situado en la calle 54 Oeste del Manhattan más glamouroso de los años 70.

En su primera parte, el documental cuenta con soltura cómo se gestó el sitio definitorio de la era disco por medio de sus dos creadores: Steven Rubell e Ian Schrager, tirando de un alucinante archivo fotográfico de lo que pasaba por el local y que muestra con sentido del humor el origen y posterior epicentro de la cultura de las celebrities con su estricto y aleatorio orden de entrada al local (por ejemplo, si iban Mick Jagger o Keith Richards eran invitados, pero si iban el resto de los Stones, les hacían pagar).

En su segunda parte, en cambio, asistimos al rápido auge y caída legal de sus dueños: evasión fiscal, prisión, colaboración judicial y posterior reconversión, (seguro que os suena de algo) pero por suerte muy bien narrado, sin sentimentalismos baratos y con bastante fidelidad histórica y legal.

Muy recomendable si te apetece pegarte una pequeña juerga visual y, a la vez, disfrutar de una minipeli de Scorsese.

Freedom:

Documental hagiográfico a mayor gloria de George Michael, narrado y codirigido por él mismo hasta unos días antes de su desaparición.

Este testamento visual centrado principalmente en sus (primeras) ansias de fama, su (privadísima) vida privada, su (constante) obsesión por ser recordado como un gran compositor y en la (larga y dolorosa) batalla legal que libró contra su compañía discográfica Sony funciona bien como registro documental de, quizás, la última (y cuarta en orden de importancia) estrella multimedia de aquellos megalómanos años 80 tras Jackson, Madonna y Prince.

Recomendable si eres muy fan del británico y sientes nostalgia de sus hits bailables y sus melodías ligeramente atormentadas.

Matangi / Maya / M.I.A:

Que M.I.A no es una artista convencional, lo sabemos todos. La chica procedente de Sri Lanka lleva más de una década haciendo ruido con su música y demostrando que no hay opción personal cuando provienes de un origen atacado y vilipendiado sin piedad para implicarte políticamente en ello.

A través de cientos de vídeos caseros (ella es realizadora y lo graba todo) y por medio de Steve Loveridge (su buen amigo director) asistimos a la imparable progresión de su éxito no exenta de polémicas constantes por poseer una personalidad libre y contestataria.

El difícil equilibrio entre la conciencia política, el arte como medio de expresión y los conflictos derivados por la fama se convierten en el eje central sobre el que transita la cinta revelándonos finalmente a una artista diferente, incansable y luchadora que de alguna manera ha acabado conformando un universo muy personal.

Imprescindible para gente sin prejuicios y que siga confiando (pese a todo) en la libertad de expresión.

(En la imagen, cartel de 'Matangi / Maya / M.I.A')