VALLE  |  Madrid, 24/10/2018

No creo que el poeta Mario Benedetti se refiriera al tiempo que suele durar una canción cuando dijo aquello de que "tan solo bastan cinco minutos para soñar toda una vida". No obstante, es lo que parece cuando hablamos de las creaciones musicales de la banda DOLOROSA porque cada tema de estos granadinos encierra toda una vida soñada.

Dolorosa presentó el pasado jueves 18 de octubre su segundo y último LP 'Un gran presentimiento' en la sala Costello de Madrid. Un generoso concierto que nos dejó un directo muy fiel al disco en el que pudimos disfrutar de todas las canciones del referido álbum y de la mayoría del primero llamado 'Que el mañana sea bueno'. Títulos que, como veis, siempre muestran una puerta entreabierta a la esperanza en temas, normalmente, melancólicos, nostálgicos y pesimistas que, a pesar de eso, gracias a que se intuye ese deseo positivo en el futuro, suenan siempre luminosos. Un grupo con un notorio tono reivindicativo desde la elegancia y, curiosamente, también desde la cotidianidad. Sin duda, da la sensación de que consideran tan obligatoria la protesta que ésta debe tener un carácter tan rutinario como 'Pasar la tarde', single muy pegadizo y aplaudido la pasada noche del jueves en la que me encantó su baterista Antonio Lomas. Él, con sabia originalidad y una agradecida potencia que, sin embargo, nunca tapó las hermosas melodías de las canciones, hizo brillar al resto de una banda de músicos tan diestros que pueden permitirse el lujo de deleitarnos tocando otros instrumentos que no suelen ser los propios como en el caso del gran bajista Carlos Marqués ahora en las teclas o del guitarrista Chesco Ruiz en el bajo. Así, Raúl Bernal, que nos tiene acostumbrados a verle sentado en los teclados creando la atmósfera perfecta para Lapido o para Loquillo, con su propio proyecto Dolorosa, sigue sentado pero, además de encargarse de la segunda voz, adorna y pone la guinda del pastel acariciando su eléctrica Grestch con palanca y acompañado en la guitarra acústica por Fran Ocete.

La exquisita voz de Natalia Muñoz se pone al frente de Dolorosa y, con cierta melancolía buscada, firma el genuino estilo del grupo. Una voz con una tesitura muy natural sin grandes alardes. De hecho, Natalia sufrió más por su flequillo que por sus cuerdas vocales. No obstante, ella canta en una frecuencia que nos llega directa. Quizás, salvando las distancias y pecando de especulación, Natalia sea la Cohen femenina con la que soñó Raúl Bernal.

En definitiva, un concierto que dejó muy buen sabor de boca y que, por lo tanto, fueron reclamados para volver a subir a las tablas e interpretar un bis festejado y cantado por todos: su 'Canción protesta' del primer álbum y, de ese mismo, su 'Stolte Parole'.

El público pedía un tema más. Cinco minutos más. Porque, efectivamente, con cada canción de Dolorosa, se cumple aquello que escribió Benedetti y "tan solo bastan cinco minutos para soñar toda una vida".