JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 18/11/2010

A pesar de ser un tipo accesible que ha dado cursos a todo lo largo y ancho de este país, han tenido que pasar treinta y una ediciones del Festival de Jazz de Granada para que KURT ROSENWINKEL actúe en la muestra granadina. Y de las mil vertientes sonoras que tiene este guitarrista de Filadelfia, nos ha tocado en suerte la más pura y deudora de sus antecesores, el STANDARDS TRÍO que, como su propio nombre indica, son tres y se dedican no a su repertorio, sino a grandes piezas el jazz, y afinando a Thelonius Monk, de quien sonaron varias.

Para este proyecto "minimal" ha reclutado al gran bajista Eric Revis al que el año pasado escuchamos en el mismo puesto pero con Branford Marsalis, y sentado a la batería un músico a seguir, Ted Poor, uno de los más destacados bateristas de la escena del jazz neoyorquino sentado en la plaza de Eric Harland, que casualmente acompañaba al día siguiente a Charles Lloyd. El formato no le queda chico, ya que se basta y sobra porque toca la guitarra del derecho y del revés, y hasta en braille. Cuesta comprender cómo lo que para tantos supone un mundo a él le resulta facilísimo y natural, y desde la primera fila, además se le nota canturreando feliz cuando va a velocidad de Ferrari por el mástil sin fallar una sola nota.

El suyo fue un concierto "temático", allí andaban casi todos los guitarristas de la ciudad, algunos incluso con su herramienta dado que acto seguido tocaban en algún punto de la ciudad. Para ellos el concierto de Rosenwinkel fue una clase en vivo y sin anestesia, para los demás, acostumbrados a la cultura de zapping, nos faltó un poco de variedad o sobró cuarto y mitad de virtuosismo.

En cualquier caso todo lo que dicen de este músico no solamente es cierto sino que se quedan cortos al hacer mención a sus infinitas posibilidades técnicas. 'Reflection', tema prestado por Monk que titula el álbum del Standards Trío que presentaban, aunque lleva en gira (ha estado en las cuatro esquinas del país) un catálogo más amplio del registrado, guardado en un cuadernito que tiene en el escenario y donde aparecen también cosas como 'Backup' (de Larry Young) que fue con la que comenzó, y una 'Invitations' de velocísima de ejecución sólo al alcance de los Paganinis de la guitarra.

Pero al lado de su asombrosa técnica, hay que destacar la complejidad armónica de lo que construye, las infinitas ocurrencias que tiene en los apenas treinta centímetros cuadrados de palo, y eso sin variar de timbre apenas, respetando el sonido más clásico de la guitarra en el jazz y donde no costaba nada reencontrar ecos de un Montgomery turbo alimentado. Mención especial merece el baterista, con el kit completo del batería moderno aprendido hasta en la letra pequeña, detallista hasta la obsesión y entusiasta hasta el dolor de cervicales. De Revis uno agradecería el potencial emotivo de su fraseo, en sintonía con el habitual (y característico) de Rosenwinkel cuando no pretende adelantar a su sombra.

'Ugly Beauty' fue su segunda cita a Monk, y la tercera sería una deliciosa 'Ruby my dear' de despedida, en un final malentendido con un público que parecía querer más pero no se decidía a pedirlo, unos músicos que tampoco a salir y las luces que se encendieron indicando la salida. Y hablando de luces, es preciso subrayar el buen hacer de los técnicos que este año acompañan al festival, ya que si en el primer concierto la estampa de Shorter en medio de una tormenta de rayos fue la de la noche y Lovano brilló perfectamente contra el ciclorama del fondo, el trabajo de climas o un Rosenwinkel recortado ante un paisaje de ciudad nocturna es una estampa que también merece ser recordada.

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