VICKY PEINADO  |  Madrid, 02/11/2011

Un día miras atrás y te das cuenta de todo lo que no eres, de lo que no has sido y ya no serás. Amanece un nuevo día y puedes volver a los diez años con todo lo que sabes hoy, ¿qué cambiarías si pudieras?

Revisitar el niño que fuimos, lo que creíamos qué sería nuestra vida, lo que queríamos que fuera, el cómo pensábamos que funcionaba el mundo. El ideal ingenuo y delicioso de una existencia que se nos antojaba lógica.

Candela, Ginebra, Gonzalo y Siro articulan ese día. Cuatro niños que con su energía y su desparpajo arrancan sonrisas cargadas de lágrimas nostálgicas en el patio de butacas. Encarnan los 'Actos de Juventud', que ya pusiera en escena la compañía La Tristura, pero desde los cuerpos y las voces de esos maravillosos actores en pequeño formato.

Un texto que remueve al público en sus butacas, que hace cosquillas en la boca del estómago, que hace arder las mejillas y vuelca los contenedores del recuerdo hasta desarmarle. Un mundo mejor es posible si se mira con los ojos ilusos y llenos de esperanza. Si se juega y se pone lo importante de uno mismo nada puede fallar o eso parece.

La estructura del espectáculo está sustentada tanto por las acciones de los chicos, como por el texto, unas veces proyectado visualmente, otras en off y otras a través del micrófono que se van pasando entre ellos. Cada uno tiene su momento, su foco. El descubrimiento del amor, de lo que significa sufrir, de la soledad, de la injusticia, de la libertad, del dolor. Sencillo, sin pretensión, liviano y verdadero.

A la fiesta de la vida, con sus pormenores, con sus más y menos, nos invita La Tristura, mientras brindan con champaña los comensales y pelan langostinos en una boda atípica donde los cuatro se casan, porque el amor todo lo puede y ser libre tiene un precio que merece la pena pagar.