JUANMA CANTOS  |  Madrid, 19/02/2011

Precedidos de su incipiente fama, DEER TICK llegaban a la sala Moby Dick tras haber actuado la noche anterior en Barcelona, visiblemente resacosos de su estancia en la capital catalana, pero llenando la sala, como no podía ser de otro modo, con un público que deseaba ver la comparecencia en Madrid de uno de los grupos que más está dando que hablar en los últimos meses.

Confieso que mi escepticismo ante bandas en las que el halago mediático no se corresponde, en mi opinión, con lo que previamente escucho, me juega a veces malas pasadas, pero, en este caso, los de Rhode Island me reafirmaron en ese escepticismo, pues dan una de cal y otra de arena. Me explico: Si innegable es su fuerza en directo, como lo es que el bigotudo John McCauley es un excelente cantante y, sobre todo, un animado showman en escena, o que Ian O'Neil es un solvente guitarrista, también se les puede achacar carencias más que evidentes como grupo. Sin ir más lejos, Dennis Ryan, su batería, recarga en exceso el "embolao" y llega a molestar intentando redobles a destiempo, desfasando quizá empujado por las fresquitas Mahou "vertidas" durante las horas previas dentro de su orondo cuerpo.

Es innegable, igualmente, que temas como 'Choir of Angels', con la que abrieron, o 'Something to brag about', 'Bury deep', 'Ashamed', o 'Twenty miles', por nombrar algunas con las que continuaron, enganchan y permiten disfrutar de su concierto con plenitud, pero es que no dejan de sonar(me) a una intentona de retomar un nuevo clasicismo rockero más descarado y heterodoxo, pero sin llegar al efectismo de los espejos en los que se miran (digamos que, partiendo desde The Animals, enfilan hacia los Rolling Stones, aterrizando, al menos así lo indica su hoja de promo, en unos The Replacements más furiosos).

Para muestra, un botón: Se despidieron con un 'Bring It On Home To Me' de Sam Cooke por el palo The Animals que puso a las claras, sin miramientos, sus influencias del rhythm'n'blues sesentero traído a nuestros días, sin cortarse un pelo a la hora de, con buen tino y mucha gracia en esta ocasión, corearse a sí mismos como lo haría un grupo de amigos en un karaoke. Hubiera sido un divertido final, pero, lo que vengo diciendo y con lo que me reafirmo, sobró esa 'La Bamba' con la que terminaron. ¿Hacía falta?

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