JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 06/11/2018

'Atmósferas para amantes y soñadores' se llamaba un disco de Ben Webster, tenorista imbatible en el territorio de los tiempos lentos, que recordé en algunas partes como oasis en un repertorio de trazado complejo y lirismo esquinado. Para ser la primera vez que MELISSA ALDANA actuaba por aquí no se lo puso fácil al oyente. Unas horas antes dio una masterclass en la sede Oolyakoo, acaso explicando las instrucciones para su concierto.

La saxofonista chilena soñaba con hacerse un hueco en el panorama jazzístico, ya lo tiene, y como el de ozono se va haciendo cada vez más grande. No le faltan argumentos ni preparación. Si como compositora, que casi todo lo que tocó era de su autoría, evita lo obvio, como intérprete no deja espacio a la duda expresiva, y se mueve intrépidamente por todo el rango del tenor; llama la atención a ratos verla tan enjuta y fabricando esos sonidos graves y poderosos, con los que Webster o Coleman Hawkins daban oronda calidez a sus amorosas piezas.

Coetáneos todos en la banda, la mayor parte del concierto el peso solista lo llevaba junto con el pianista Sam Harris, aumentando la formación de trío (a lo Sonny Rollins de los 50) con la que conocimos a la chilena. Harris es un tipo escrupulosamente higiénico que crea viñetas concisas y fantasiosas, y en ocasiones encalla en espirales redundantes que aportan un vértigo hipnótico. Abducido por la música (incluso enlazó un par de temas ¡sin dejar que la patrona los presentara!) estuvo tan perfecto en el ensamble con la saxofonista, como sujetando los solos de su compañeros, Felix Lecaros y, sobre todo, del estupendo bajista Rick Rosato, siempre con una sincera luz interior. De la democracia interna es ejemplo que en la mezcla todos sonaban al mismo nivel.

Melissa en esta gira que la lleva por Europa y Australia va rodando lo que será su disco del 2019, 'Visions', inspirado en las visiones alucinadas de Frida Kahlo. Origen que pude explicar algunas cosas sobre esas tendencia formal a los extremos. Para refrescar el concierto acudió al baladón 'I surrender dear' (bordeando la solemne toma de Hawkins), a otra que tal: 'I Loves You Porgy' de Gershwin, y añadió un monkiano 'We she' al final, homenaje por parte de la ganadora del concurso que lleva su nombre. Maestra de tarde, y maestra de noche.