KINA JARAÍCES  |  Madrid, 03/07/2018

Aunque parezca contradictorio, resulta bastante complicado escribir cuando todo, incluido los defectos, te enamoran. Cuando pasas 90 minutos abducida por la absoluta belleza de una obra en la que el vestuario, el maquillaje, la puesta en escena, la música, los textos, la iluminación y la interpretación son tan sublimes que logran sumergirte en el placer de lo desconocido.

Así es 'UN MUSICAL BARROCO (comedia para voces y piano a cuatro manos)', una obra capaz de convertir una pesadilla en un precioso sueño a través de textos musicados de Lope de Vega, Calderón, Cervantes, Jorge Manrique y Shakespeare y de una escenografía escénica y gestual tan original como hermosa.

Esther Acevedo, Víctor Antona, Ana Crouseilles, Arantxa Garrástazul, Eduardo Gutiérrez, Aitor de Kintana, Amaranta Munana y Ana Paradinas dan vida a una compañía de cómicos itinerantes de finales del siglo XVII que mueren cuando el carro en el que viajaban se despeña por un desfiladero. Y tal y como dictaba la ley de la época son enterrados fuera de tierra santa, del cementerio, quedando atrapados en un espacio-tiempo indefinido cuya única conexión con el otro mundo será una pequeña trampilla de metal cerrada.

Desde este particular limbo, en el que llevan más de tres siglos, las almas de estos comediantes intentarán descubrir qué es lo que los mantiene suspendidos en el tiempo, recordando sus pasiones, sus deseos, sus emociones, sus miedos y también los oscuros secretos que los mantenían vivos.

El montaje, dirigido por María Herrero e interpretado al piano por ella misma y por Gloria Lamadrid, es un lindo homenaje a todos los antepasados que, de alguna manera, contribuyeron a este hermoso y necesario arte del teatro. Una especial revisión de las artes escénicas del Siglo de Oro que no deja de lado la crítica social de las tres centurias que nuestros protagonistas pasan solos en esa otra dimensión de la que solo lograrán salir cuando cada uno de ellos forme parte de un colectivo que respete y comprenda a cada uno de sus integrantes.

Pienso en lo curioso que es el concepto de belleza. Estamos de acuerdo en que lo que nos atrae no es solo la impresión externa. No. De lo que no nos podemos separar es de todo aquello que, además, nos invita a ir más allá de lo visual y nos conecta con su espiritualidad, pero también, y creo que aquí está el secreto de ese anhelo, que no solo crece al servicio de uno mismo, sino también de una idea. Debe ser por eso que la belleza está donde menos la esperamos.