JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 15/04/2018

Málaga no es Las Vegas, pero como si lo fuese, ya que TONI ZENET parece escapado del escenario del Flamingo o el Riviera para venir a cantar a Granada. Ya hubo un grupo de aquí, Turno de Noche, que hizo el camino inverso, así que este inopinado crooner perfectamente puede cualquier día pisar el suelo de operaciones del Rat Pack, porque el cantante de Pedregalejo suma y sigue en cada concierto. Ya en su primera actuación en Granada, en el Boogaclub, dejo una cola en la puerta que doblaba varias esquinas, y su paso a tamaño superproducción para el Festival de Jazz el pasado invierno agotó el papel en la taquilla. Anoche apostó por una puesta en escena más reducida, "más cercana a cómo nacen las canciones", dijo, y un aforo razonable en la Sala Falla del Palacio de Congresos.

Tras veinte años de hacer de todo, desde ejercer de mimo, a vestirse de Picasso mozuelo o vender puerta a puerta, a Toni (Tony en versión export) le ha llegado "su-turno-gracias" y ha guardado el número de la vez en su americana, debajo del pañuelo. Lo suyo ha sido ese impredecible milagro de la boca y la oreja que ocasionalmente ocurre, y que siempre le sucede a Trueba y Javier Limón, aunque esta vez no intuyeron que estaban ante el inventor de la copla del siglo XXI, con ese punto de dulce sabinero en las letras, y toneladas menos de Ducados filtradas por sus cuerdas vocales.

Con esa elegancia que corta para él el sastre granadino Javier Cañizares, esta vez con gorra a lo garçon, y su colección infinita de posturas afectadas que tanto agradecen los fotógrafos, el malagueño presentó el Zenet Quartet, con su imprescindible José Taboada en las guitarras y al lado del venezolano un par de ases como el gran villaclareño Manuel Machado en la trompeta y Raúl Márquez dando un toque meloso y parisino/manouche con el violín a lo que sonó toda la noche, fuese navegando por 'Los Mares de China' o los cayos caribeños. Enormes ambos, en sus solos, e insustituibles doblando las melodías. Siempre tirando de esas canciones tan arrebatadas, estándares instantáneos, que le han puesto en bandeja Taboada y Javier Laguna, de quienes se ha escrito que son los "auténticos León y Quiroga contemporáneos".

Abrió con tres comodines como 'Ella era mía', 'Mares de China' y 'Cuando te enfadas', sumando muy teatralmente uno a uno a sus compañeros en cada tema. Historias todas de almas medio rotas, corazones frágiles y amores de final de película en blanco y negro (¡él mismo, parece un galán secundario de la Warner!), subidas a una suerte de mezcla de chansón, tango, copla, son, "filin’", bossa, canzone... y más, que tiene vida propia al margen del tamaño del envase, porque es su voz, enfática, sentida, pícara y golosa, la que motiva las palabras. Es Toni quien las hace humanas, al margen del atrezzo, sea de superproducción, de humilde corto o mediometraje como anoche.

Ya al principio, con la trompeta y el fiscorno, el ex-Irakere se salió en cada intervención. Recogiendo ovaciones y la explícita y pública admiración de su patrón. 'Quién sabe', 'No lo dudes' o 'Qué será lo que me has dado' fueron anunciadas y relatadas, cada una con su historia previa, ambientado las intervenciones y generando una cálida y confidente comunicación, no exenta de gracia y humor. Y es que Toni Zenet es también un excelente contador de historias, sobre todo si son las suyas, como la de '1000 veces prefiero', que no la veía "clara", y terminó siendo, como anoche, una de las más entusiásticamente coreada por la audiencia.

El público comió gustosamente en su mano canciones como 'Si sucede conviene', que bautizó su más reciente referencia, 'Contigo' o 'Amaneció sin querer', que no desentonaría en el cancionero del Flaco de Úbeda. Todo un galán de los que ya no quedan.