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HOMBRES G + TABURETE

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HOMBRES G + TABURETE

Fueron a pasárselo bien

Cinco mil personas asistieron anoche en la Plaza de Toros de Granada a la gira '#DevuélvemeMiJoda' de Taburete y Hombres G, dos marcas del pop ligero que están unidas por un ADN común. Nos lo cuenta Juan Jesús García.


Redactor  JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 15/10/2017


Granada ha sido una de las cinco ciudades donde ha echado a andar la gira conjunta del grupo de David Summers junto con TABURETE, el equipo que titulan Willy Bárcenas y Antón Carreño. Comenzaron en Valencia y terminarán el día de los inocentes en Madrid, en el antiguo Palacio de Deportes que a estas alturas debe estar ya casi completo puesto que liquidaron diez mil entradas en apenas unas horas. La gira '#DevuélvemeMiJoda' supone la unión del pasado y el presente en dos marcas del pop ligero que están unidas por un ADN común, a dos etapas y dos generaciones distintas.


Los alrededores de la plaza de matar toros de Granada a media tarde ya tenían un ambiente de día grande. La idea era juntar a varias generaciones en una fiesta de "buen rollo y cero problemas" como dijo Summers en la presentación de la gira. Y eso parecía que iba a ocurrir. Las colas fueron muy ordenadas y respetuosas con la espera motivada por el lío de tipos de tickets actuales y parecía bueno el objetivo de "sana" diversión. Padres, hijos y algún nieto, novias y novios, con ropa de marca (auténtica), todo muy pulcro y aseado, con una mezcla de perfumes que embriagaba definían el mismo público que hace un año reventó la sala El Tren cuando Taburete pasó por allí. La mayoría -comentaban entonces- fue la primera vez que asistían a un concierto en esa sala, por lo que ir a una actuación añadía cierta excepcionalidad en su vida para buena parte de los presentes en el coso de la calle doctor Oloriz, que hubiese admitido bastante público más, casi el doble.


Recambio generacional.


Por fecha de nacimiento en el DNI, pongamos que la mitad acudieron por los de 'La cagaste Burt Lancaster' y la otra mitad por los del 'Doctor Charas' (sobrenombre con el que conocen a su ausente baterista, a la sazón urólogo de profesión). Había un algo de recambio generacional en el concepto de esta gira, de reverencia a sus mayores (ocurrió como en 2005 con El Canto del Loco, que llegaron a llenar estadios como el obsoleto ya Vicente Calderón). No obstante para "relevar" a HOMBRES G de los tableros queda mucho porque la veteranía hace oficio y sus cartas están marcadas con estribillos que no se despegan ni frotando con esencia de trementina.


Un gigantesco escenario recibió al público. Sin embargo el montaje visual no iba a robar protagonismo al concierto, puesto que sólo ofrecía el extra de una pantalla gigante con realización en tiempo real, para ver en muy grande y alta definición lo que la vista no llegaba detectar con tanto detalle en el escenario. Un montaje amplio y con un volumen descomunal para dar presencia a las canciones, sus intérpretes y al mismo público, "encendido" con abundancia de luces "cegadoras" para que el personal se viese a sí mismo con ese plus de euforia inducida que añade verse iluminado entre sus iguales coreando las mismas frases todos a una.


A las nueve y media en punto se apagaron las luces de ambiente, un "uhhhhh" colectivo bramó. Y con ellas se perdieron de vista las bastantes banderas rojigualdas que el público llevaba, algunos a la espalda como capas anudadas al cuello, otros agitándolas como capotes citando a morlacos imaginarios. Todos ansiosos en una plaza dividida por partes y con zona "vip" junto al escenario.


En un concierto planteado como un toma y daca entre los dos grupos, con partes propias y otras compartidas, arrancaron Taburete una actuación de casi una hora en solitario del tirón, en la que Summers colaboró con un par de apariciones (en 'Ella' y 'El fin'). "¡Viva Granada, viva Andalucía y Viva España!" dijo Bárcenas nada más aparecer. Canciones como 'Distrito DF', 'Dr. Charas', 'Kaiserslautern', 'Hijos del sol' o 'El rey del contrabando' son ya muy compartidas gracias a su estrategia de promoción vía Intenet en la que ha participado Mauro Canut (de los grupos Vegetales y Acusicas, y hermano de Nacho Canut de Fangoria). Material de trazado muy sencillo, sin dobleces, sonidos escuchados una y mil veces, con continuas referencias a la "joda" (la fiesta), más aún a las copas, y que en formato de noneto suena convincentemente con los arreglos que les ha hecho el trompetista navarro de jazz Patxi Urchegui, al que probablemente alguien recuerde en la gira 'Dos pájaros de un tiro' de Serrat y Sabina.


A diferencia de los endeblísimos Taburete de la Tren, el grupo que "abrió" anoche para Hombres G cumplió sobradamente con el mínimo técnico que requiere salir ante el público en la actualidad. Su "Electrochotis con toques 'New Age' pero tranquilito" -son sus palabras- comparte genética con el pop mainstream más liviano de los años ochenta. Y aunque su autor asegure que es devoto de Extremoduro, ocasionalmente se deje ver con camisetas de Motörhead y se ofrezca con un calculado desaliño, está mas cerca de marcas como Modestia Aparte, La Guardia o unos Café Quijano con los que hicieron un vídeo promocional compartido no hace mucho. Y sin levantar ampollas (o sí), tampoco muy lejos de buena parte del indie-pop para adolescentes que se ha hecho "viral" y se oye en festivales en horario de tarde.


Los Hombres G siempre regresan al lugar del crimen.


La transición entre el bloques fue muy rápida, ya que Summers se quedó en el tablero para recibir a sus compañeros, presentados por el Taburete mayor: "de joven soñaba con tocar con Hombres G y ligar como David" dijo cediéndole el testigo inalámbrico.


A ojo de buen miope no pasa el tiempo, al menos físicamente por el grupo madrileño. Su bajista y cantante David sigue con los mismo polos, tejanos, bambas y la voz nasal de siempre; Dani Mezquita está ahí, pero sin aspavientos; Javier Molina mantiene el tipo y reclama su cuota protagonista en 'Venezia'... y el guitarrista Rafa Gutiérrez aguanta dos horas completamente enchufado, dinamizando la sobria puesta en escena del cuarteto. El añadido de un teclista y, sobre todo, del soberbio tenor del mítico Juan Muro dio una apariencia mucho más jugosa (muy 50's) a los temas.


Desde que los Hombres G visitaran las primeras veces nuestra discotecas en los primeros años ochenta del siglo pasado, nunca han dejado de estar presentes en nuestra ciudad. Su puesta de largo fue precisamente en el mismo recinto taurino donde anoche volvían a actuar, aquella vez en un insólito programa doble junto con los super lascivos Semen-Up (hubo muchas bromas sobre la blanca virginidad del público de unos y el efecto sobre esas almas cándidas del pop pornográfico de los otros). Pero las ya "mujeres cocodrilo" nunca los tuvieron más cerca como en la Forum, en el aniversario de la sala en 2013, tras su personal "maniobra de resurrección"; literalmente se los pudo tocar.


Ahora, junto a Taburete repasan la versión corta su colección de doce álbumes (¡y quince millones de discos vendidos!) disparando nada más llegar 'Voy a pasármelo bien' para que las cosas quedaran claras, y encadenando temas tan famosos como 'Chicas cocodrilo', 'Lo noto', 'Indiana', 'Suéltate el pelo' o la emotiva 'Te quiero' en un mano a mano esta vez con Willy, y cuyo estribillo fue aprovechado por muchas parejas para besarse. Canciones que palpitan indelebles en la memoria colectiva de este país y que han conseguido eso tan difícil que es saltar en todas direcciones y entrar a formar parte del acervo popular de este país, ya sin denominación de origen.


Los Hombres G son diversión sencilla y sin complicaciones, un regreso fugaz a los quince años por un día, que en tiempos como estos, convulsos, y de crisis infinita resulta como juntar el hambre y las ganas de comer: su concierto fue una fiesta absoluta. Miles de teléfonos grabaron al segundo lo que ya está en Internet una y mil veces, con calidad selfi para poder alimentar el exhibicionismo digital, ese "yo estuve allí" que últimamente tantos artistas intentan limitar, por razones industriales (caso Robe Iniesta), Dylan (escondiendo incoherentemente su decrepitud física) o Leiva, quien lo dijo muy claro: "guárdense el móvil y disfruten del momento en tiempo real y no en el YouTube". La medida despedida de los Hombres G fue el momento apropiado para que el respetable solicitara unos bises al grito de "soy español, español, español..." que retumbaba en las andanadas donde también colgaban banderas españolas. Y la contraseña surtió efecto.


En la parte más festiva fueron intercambiándose micrófonos, guiños, combinando músicos y temas en dos paquetes a modo de bises en los que el público participó notablemente puesto que les dejaron piezas enteras estrofa sí, estrofa no, para cantar, caso de 'Marta tiene un marcapasos' o 'Nassau'.


A la hora de cerrar la edición todos juntos en plan Big Band sonaban 'Sirenas' y 'Sufre mamón', guardando para el final 'Caminito al Motel' y 'Venezia' con su presentación operística: "Io sono il capone della mafia / Io sono il figlio della mia mamma". Iban a pasárselo bien, y se lo pasaron.


Taburete, el fenómeno.


Taburete y Hombres G están separados por treinta años y diez discos de distancia. Queda por ver si Taburete consiguen acuñar piezas que como las que sonaron anoche pasen a la historia del pop en dos continentes y pervivan (se quiera o no) tres decenios en el inconsciente colectivo. Por su parte, Guillermo Bárcenas sólo ha sacado dos álbumes autogestionados, y saltándose a la torera todas las reglas con las que juega la industria musical y promocional, se ha convertido en un fenómeno social en un sector de la audiencia, llenando hace unos meses el gigante Palacio madrileño, algo que sólo consiguen artistas muy populares.


Tras aparecer en marcas fugaces como Noviembre o Los Jardineros, Willy Barcenas conoció a Antón Carreño en un colegio mayor de Barcelona. El uno tras estudiar ICADE se iría a aprender cine en Estados Unidos y el otro estudiaba arquitectura. El primero, por si no lo saben aún, es hijo del extesorero del PP Luis Bárcenas, y el segundo nieto del ex presidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, datos familiares que están siempre asociados a la marca Taburete, y que no se sabe si han jugado a favor o en contra de su vertiginosa progresión. Habría que ver en otros grupos con apellidos "ilustres" en sus filas: The Monomes (Rafael Cebrián) o Chelsea Boots (Pablo Isla) las consecuencias de tener un pedigrí "de luxe".


Las primeras canciones de Bárcenas cuenta que las subía a una cuenta en YouTube, y que sus primeros cinco minutos de gloria fueron haber sido compositor del himno del mundial de Brasil del programa 'Punto Pelota'. Bautizados ya como Taburete ("¿es un cantaor?, porque con ese nombre..." decía el otro día un gran músico ajeno al pop) fueron rechazados por todas las compañías del mundo a las que mandaron sus canciones y terminaron autoeditándose su debut 'Tres Tequilas', grabado en condiciones maqueteras con dos mil euros "prestados". Se trata de una colección de canciones bienintencionadas de audición inofensiva, literatura de hedonismo posadolescente, metáforas imposibles dignas de la poética de La Oreja de Van Gogh y con gusto por las rancheras, los ritmos fronterizos y los latinos bien ventilados en metales: una suerte de Sabina desnatado y muy viajado, al menos en citas geográficas. Material con el que comenzó el asalto silencioso del panorama musical con sorprendentes estrategias: no actuar en festivales ni conciertos gratuitos, y tampoco en medios de difusión donde la música no sea en directo. Y sobre todo acudir al Big Data para dirigirse directa y certeramente al móvil de los interesados detectados cruzando datos. El resultado fueron decenas de millones de escuchas en Spotify y el arranque de un grupo desde el otro lado de la nada. Y a la par convertirse en diana de un sinfín de terroristas digitales, "haters" a los que con cierto humor el grupo en su web reserva un espacio propio de "expresión". No se sabe si hay que acudir también a la sonrisa o la perplejidad cuando aparece, por si fuera poco, junto a ellos nada menos que "El pequeño Nicolás".


En concierto no falta un toque "tradicionalmente" verbenero con desinhibidas versiones de Rocío Dúrcal, citas a Los Panchos, aires de congas terminales de última hora y con el cuerpo cargado, y hasta se atreven con una versión del celebre 'Toro enamorado de la luna', que llevaron a la apoteosis Los Centellas (¡y El Fari!) para completar el horario preceptivo de los recitales.


Con 'Dr. Charas', su segundo disco, mucho más abigarrado, ya explota el fenómeno que va agotando entradas y definiendo un público propio, personal, que en los conciertos va mucho más allá de la habitual comunicación con un artista, convertido en este caso casi en un símbolo de identificación social, estético y directamente ideológico, y en ocasiones con continuas alusiones a sus progenitores entre canción y canción. Orgullo de Clase.


En estas estamos, con una marca que es capaz de vender 17.000 entradas en el Palacio de los Deportes de Madrid, encontrar patrocinadores sin buscarlos y que ni tiene (ni necesita) el respeto de los medios generalistas. A Willy "Mcpolvings", Antxon, William "Coyote", Manolín, Andoni "Zapatillas", Guadas y Patxi Urchegui se les ha quedado pequeño ya el ruedo ibérico y preparan su desembarco en Hispanoamérica.


Y que lo sepan, no es fácil, pero el arriba firmante ha conseguido escribir dos mil palabras y relatar un concierto de Taburete y Hombres G sin utilizar ni una sola vez la palabra maldita: "pijo".

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