MIGUEL LOPOTT  |  Madrid, 11/09/2011

Els Joglars celebran sus cincuenta años de teatro ininterrumpido como mejor saben hacerlo, golpeando sin piedad. Esta vez, como ya ocurría años atrás, las iras recaerán sobre el teatro y su mundo en una autocrítica que desde dentro cuestiona un arte en decadencia, incluyendo a los críticos carentes de visión, sensibilidad y preparación. Y nada mejor para un director sin pelos en la lengua como es Albert Boadella (censurado, encarcelado, desterrado...) que reeditar, en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, 'EL NACIONAL', estrenado en plena crisis económica de principios de los tempranos noventa (1993) para volver a poner de actualidad una pieza de casi veinte años aprovechando lo recurrente de la vida.

Este montaje, con apuntes operísticos, utiliza sin mesura la critica, el humor, el sarcasmo y la ironía de forma independiente, caiga quien caiga, reclamando para el teatro más poesía, algo que ha quedado en un segundo plano eclipsado por otros intereses que convierten los escenarios en verdaderos parques temáticos (que en los tiempos que corren parecerá difícil de sostener). Es la ostentación frente a la poesía, el divismo frente a la interpretación, el arte y su libertad creativa frente a la irracional subvención pública.

En esta obra, Don José, el que siempre fue acomodador de Teatro Nacional de la Ópera, ahora en estado de ruina debido a la crisis económica, decide con resistencia numantina representar 'Rigoletto' y renacer la lírica. Para ello, se rodeará de un grupo de indigentes a los que adiestrar, sin ningún presupuesto y sin artistas reconocibles. Todo lo contrario, músicos del Metro, limpiadoras que a fuerza de escuchar en los ensayos conocen las arias a la perfección y gente de malvivir pero con tablas en la calle. El reparto de 1993 se repite, salvo Enrique Sánchez que se incorpora como barítono representando a Peñón. Como siempre, destacar a la soprano Begoña Alberdi haciendo de Casta Diva, junto con la calidad interpretativa de Ramon Fontserè (Don José) y la viola de Minnie Marx.

Si Don José literalmente espetará respecto al mundo del teatro: "Una profesión de rebeldes y asilvestrados, todo lo contrario de la farándula elitista, petulante y sumisa, que ha degradado el gremio de lo que fue el glorioso oficio de pícaros, putas, cabrones y maricones enterrados fuera del camposanto", quienes les escuchan reirán con independencia a si pertenecen a este mundo o no. Pocos de los destinatarios de mensajes tan salvajes como este se darán por aludidos. Que unos actores improvisados puedan situarse a la altura de los consagrados debe resultar de lo más natural, fusilar a un crítico será bien recibido, de lo contrario se admitiría la parcialidad, es pues el ocaso de la élite en pos de la profesión.

Joglars no necesitan presentación, sus fieles llevan años disfrutándolos, los morbosos saciando su interés malsano, y, si alguien queda por descubrirlos, oportunidad hay hasta el 13 de noviembre en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid. La crítica en esta ocasión le corresponde enteramente al espectador.