Texto y fotos: Juan Jesús García.



Alcohol Jazz: ¡Dance usted!

Los abanderados del 'funky-disco-pop' desde hace ya varios lustros pasaron por Granada con su bola de espejos mental y su (cada vez menos) retro-alimentación rítmica.

Aumentados con la adición de varios instrumentistas nuevos aunque cambiando al batería de tracción manual por unas bases de ordenador (cosa que da cierta rigidez a sus desarrollos), los Alcohol Jazz han dado varios pasos adelante en su exploración del Planeta-Baile.

Partiendo de una pulsación estrictamente funk: ¡esa guitarra Shaft de muñeca dislocada y wha-wha estratosférico!, con un bajo punzante marcando los tiempos en el vientre mantienen el trabajo de vientos y, es novedad, descubren las voces. Saxo y trompeta llevan la voz solista, juntos o por separado, dejando riffs sencillos e implacables, fáciles de tararear, desde donde despegaban ambos como (notables) fabricantes de solos. El material propio suena ya a clásico por el apego al manual de estilo, y hay escasa diferencia entre lo que lleva su firma con las versiones de sintonías televisivas que completan su repertorio, algunas reales y otras imposibles, pero igual de verdaderas.

Alcohol Jazz se incardinaron en esa tradición "revisitada" de la zona funk que tiene a Maceo Parker como máximo apóstol del groove en el regreso del sudor a las pistas de baile (que no vean las humedades del saxofonista Jacobo), y que entre otros ejemplares despedidos centrífugamente de la cultura rock cuenta con nombres como Fanática o Manero o las aventuras dance del pianista y generador de ideas Luis Poyatos (y hablando de la escena local ¿qué fue de nuestros Spick & Span o Falconetti?). Pero en su avance hacia atrás y adelante simultáneamente coquetean con el rap y el ragga, miran de lado a Brasil, abrazan la esféricidad del Disco y son de los pocos que reivindican la vertiente afrolatin ('Pretty Colours') del gran Eric Burdon y sus War.

Una máquina de música de baile de formidable resolución que sabe lo que tiene entre manos (mejor dicho entre las piernas) y no adolece de la desinhibición necesaria para dar ejemplo y contagiar la necesidad, casi imperativa, de gastar suela.