JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 08/04/2018

Un cuarto de siglo después, nuevamente el disco 'Básico', le ha traído suerte a Carlos Goñi y su REVÓLVER, yendo de lleno en lleno. Aquel formato de escasa artificialidad, importando la idea de los conciertos "unplugged" de la MTV, fue aquí promovido por una conocida radiofórmula y sirvió para encontrar la veta más pura de nombres como Revólver o Antonio Vega. Goñi siempre ha mantenido desde entonces ese perfil acústico y el sabor a madera en giras y conciertos, yendo desde amplia formación (¡llegamos a verlo incluso en septeto aquí!) o el power-trío a la minitalla "songwriter", como en su última visita al festival Todos con la Vega.

Granada ha sido plaza importante en el devenir de Revólver, o al menos eso comentó al periódico Ideal en una entrevista lejana (ahora cuesta mucho más hacerle hablar), aludiendo a que precisamente fue en el Festival del Zaidín de 1993 cuando empezó a tener una realimentación masiva: "noté que el grupo ya había arrancado de verdad", dijo, y en el escenario lo volvió a recordar añadiendo que "es un honor siempre estar en Granada". Luego ha regresado en numerosas ocasiones a locales grandes o no tanto, participó con Miguel Ríos en su despedida, como también comentó, y hasta produjo el primer disco de La Guardia de Manuel España. Así que no es de extrañar que aquí llene de amigos de largo recorrido.

Durante setenta minutos estuvo solo en el escenario antes de invitar a sus compañeros de viaje. Carlos Goñi es un viejo zorro que lleva en esto ya casi cuarenta años. Probó con el rock de base en Garage (junto a otro amigo de Granada, Basilio Montes, luego jefe de filas de Ramoncín y por aquí en Privados), se apuntó al british-pop-fashion de pelo frito en Comité Cisne, y a la tercera, con Revólver, llegó la vencida. Con Revólver diseñó el grupo en función de sí mismo según los dictados del adusto espíritu tradicionalista estadounidense, ahora llamado "americana". Con el tiempo ha ido añadiendo al modelo otras características sonoras más europeas y hasta africanas, siempre expresándose con una voz amable, en ocasiones mostrando una firme pero tamizada indignación, y una manifiesta tendencia a la confesión, en verbo y alma. Esta última cualidad le ha propiciado un aura de sinceridad y un punto de trascendencia, y más con los años. Hay que subrayar que el tiempo también ha afinado muchísimo su pluma, leguaje y mensaje, poniendo a su alcance emociones más complejas y existencialistas, lejos de aquel monotema primario que llevó a un malévolo presentador a suponer que "si no existiera el amor, Revólver sería un grupo instrumental". Sabe qué contar y sabe cómo hacerlo.

Poco más o menos anunció que sería un concierto "complaciendo peticiones", aunque tenía una respuesta para cada una: "¡'Esperando el tren'!: no te digo yo que no", "¡'Dónde está el final'!: no voy cantar las que me duelen"... Y se arrancó con la novísima 'Perdí lo que no tuve' para seguir con 'Como único equipaje', del último y del primer disco, en plan Dylan total.

Goñi en directo se lo curra, en calidad y cantidad. Sabe perfectamente mantener el pulso de conciertos inmensos al servicio de una colección de canciones infalibles acumuladas, y más en este tipo de conciertos de "reposición" que son una antología de toda una vida: por ejemplo citemos a 'Esclavo de tu amor', 'Por un beso' o 'Lisa Fran', siguiendo el orden supuestamente aleatorio. En Granada volvió a hacer un show de larga duración -"tenemos por delante dos horas y media", dijo-, en el que da clases de cómo dirigirse al público y cómo dirigirlo a placer, haciendo al oyente partícipe de sus cuitas confidentes y cantando como al oído, y más en las canciones de su 'Capitol', que parecen hechas para ser susurradas en las distancias cortas.

Pocos como él para sacarle rendimiento a los asuntos del amor (en fin, olvidemos la apreciación de Tony Garrido), siempre con una convicción melancólica que a algunos les encoje el alma, estribillos apasionados y bastante más afectación de la que se requiere en estos tiempos de filósofos de 140 caracteres. En su nuevo disco hay varias canciones que aspiran a ser fijas en su cancionero del "Básico IV", cuando llegue: 'Mustang Shelby', 'Ángel de Alas Sucias', 'Black Jack' o 'Frío en Madrid'. Y es que Madrid está muy presente en esa grabación, concretamente la Plaza de Callao, con el Hotel Capitol que inspiró el disco en una acera, y enfrente el espíritu del Florida, que alojara a Hemingway, Gerda Taro, Capa, Antoine de Saint-Exupéry, André Malraux y Dos Passos... Mandando las crónicas de nuestra guerra civil. Una plaza con mucho que contar.

A partir de 'Es mejor caminar' a su lado aparecieron en el parqué del Auditorio Manuel de Falla su inseparable acordeonista Cuco Pérez, Manuel Bagüés al bajo y Carlos Sánchez tras unas mini percusiones con cajón y darbuka, los tres con gorra de uniforme acompañando con calidez de barrica de roble americano a la sinceridad del patrón que es una garantía absoluta de buen nivel de comunicación. Son muchos los tiros ya pegados al cabo de tres décadas para que su revólver no haga blanco en mitad del pecho. Y si además los oyentes se dejan, porque juntos han crecido todos estos años en paralelo y tienen vivencias compartidas, pues mejor todavía porque es de los que disfrutan con el masaje de los aplausos en la espalda y no tiene prisa por enfundar.

Pasado la hora larga empezaron a asomar algunas de las más deseadas: 'El peligro', 'Si es tan solo amor', y el talking/country 'Odio'. Tras reivindicar un mundo entre iguales con 'Calle mayor', con 'Tú y yo' hizo una pausa, muy necesaria habida cuenta la edad de los implicados y el mucho rato ya consumido.

No tenían ninguna intención de volver al hotel, siendo sus actuaciones sin duda alguna los más generosos y rentables de este país en precio por minuto de concierto o canción, incluso descontando las que canta el público. Lo bueno si largo...