DAVID R. SANTORO  |  Jaén, 08/03/2010

Como las grandes ciudades, algo debe de tener San Sebastián que imprime carácter. En lo que a música pop se refiere, la ciudad vasca nos ha dado ejemplos dispares, casi todos ellos dentro de una singular idiosincrasia: Le Mans, Family, La Oreja de Van Gogh o La Buena Vida son donostiarras; en los ochenta fueron protagonistas Duncan Dhu, Aventuras de Kirlian o 21 japonesas, bandas todas ellas teñidas de esa dulzura y vaguedad peculiares a que nos queremos referir. La demencia (lúcida) de los Derribos Arias de Poch quizá vendría a confirmar una excepción a esta regla arbitraria. Otro donostiarra mainstream, Alex Ubago, incluso aludía en una entrevista al hecho de que sus paisanos fueran apodados, maliciosamente, "ñoñostiarras". Una denominación así desde luego no está hecha del todo a medida para un proyecto como el que en 1981 Nacho Goberna, Ignacio Valencia, Juan José Mourlanch y José Manuel Mandásegui bautizaron como Agrimensor K, banda claramente militante en las filas de las hordas siniestras, que tras un par de singles en DRO y algún cambio en la formación, ya sólo con Ignacio y Nacho, renacen en 1984 como LA DAMA SE ESCONDE.

Suavizando las formas de temas como 'Principio y fin', 'La pira' o '¿Juegas al escondite?', pertenecientes a su primera formación, pero personalizando con nuevos matices su propuesta en base a no renunciar al misterio inherente propio de las composiciones de N. Goberna, ya como La Dama Se Esconde lanzan 'Avestruces' (1985) y 'Armarios y camas' (1986), consiguiendo ya un sonido muy propio, caracterizado por las bases secuenciadas y la textura de las guitarras acústicas, entre otros elementos: temas como 'El gris' o 'Amenazas', pertenecientes a esta época, ya muestran la capacidad de la banda para crear un pop absolutamente redondo. La infancia, el puro capricho, las reminiscencias del eterno Cantábrico ya habitan en su imaginario. Pero la mirada es aún interior, como un reflejo de la timidez de la banda. Como cocinadas en la intimidad, entre las paredes casi siempre acogedoras de un hogar que bien mirado y vivido es fuente inagotable de sensaciones, las canciones de 'Avestruces' y 'Armarios y camas' no quieren aún enfrentarse al mundo de forma más directa, mirarlo frente a frente, sentirlo sin complejos. El caso es que en las canciones de La Dama ya subyacía, mirándolas con atención, una voluntad de plenitud, del goce de la vida en algunas de sus manifestaciones más trascendentes tanto como en otras más terrenas, pero que no se había exteriorizado del todo. De manera formidable esto quedaría concretado en 'La tierra de los sueños'.

La concepción onírica en ocasiones, amable, evasiva de su obra previa rompía en un sentimiento vital pletórico: 'Un sendero', 'La tierra de los sueños' (la canción), 'Cuatro direcciones' inician un álbum con una fuerza y un optimismo inéditos hasta entonces en los surcos que habían editado, reforzados ahora por el uso de la guitarra eléctrica. En 'A luchar', 'Es un teatro' o 'Nunca he entendido a las sirenas' todavía intuimos la presencia de algún enemigo incómodo, sea más o menos explícito ("…pero es el terror al mundo/ el que yo trato de vencer/ y apenas lo consigo"). Nos siguen sonando frescas, aunque detalles evidentes de la producción (como algunos teclados) nos trasladan a la época en que fue grabada la obra.

No deja de resultar llamativo el hecho de que al visitar el myspace de Nacho Goberna -no existe el de La Dama: consideremos la obra de N.G. su prolongación natural-, en el apartado que preside la leyenda "Influencias", veamos en primer lugar una fotografía de aquel famoso autor checo que ya en la primera frase de su más famoso relato, 'La metamorfosis', despertó al pobre Gregor Samsa, después de su sueño nocturno, convertido en un insecto abominable. Si, tal y como comenta Borges en su relato/ensayo de 1946 'Nuestro pobre individualismo', convenimos en que "el tema [de Kafka es] la insoportable y trágica soledad de quien carece de un lugar, siquiera humildísimo, en el orden del universo", o en la afirmación, igualmente desalentadora, del reputado crítico literario Harold Bloom, en la que nos recuerda que "[Kafka] nos enseñó que no tenemos nada en común con nosotros mismos, y mucho menos con los demás" -añadiendo a continuación que "el genio de Kafka es el genio de la alienación", entendiendo como "genio" esa especie de daimón que parasita en el alma de algunos y cuya consecuencia fundamental es la dotar a su anfitrión de una perspectiva única y lúcida sobre algún tema esencial-, entonces, decíamos, es llamativa esta afinidad declarada porque en comparación con el proto-existencialismo desesperanzado del autor de 'El castillo' (cuyo personaje principal es, sí, el agrimensor K.), a partir de 'La tierra de los sueños', La Dama se Esconde parecen celebrar la vida aunque para ello, como los modernistas en su día, escaparan de sus propios límites geográficos, estéticos y mentales a regiones muy otras, tan fantásticas y lejanas como las de 'El Señor de los Anillos' (en el ya prolijo cancionero de Goberna hay por lo menos dos temas inspirados en la obra de Tolkien), y a través de ese viaje etéreo por reino de la imaginación, llegar a una comunión fraternal y gozosa con el mundo, incluso diríamos solidaria si este término no hubiera perdido ya su sentido original en la verborrea mediática actual. Temas posteriores imbuidos en esta actitud, en este estado de ánimo, como 'Ciudad Fuego' o 'No tienen otro sitio donde ir' lo confirman: el espíritu de Jim Morrison (el más positivo) quizá andaba cerca del estudio de grabación. El escapismo de La Dama, afortunadamente, y por lo menos en apariencia, no procede del dolor, ni lo causa. Aunque sean capaces de firmar temas como '¿Quién?' (del álbum 'Hoy', 1993), que tocará la fibra más sensible de, por ejemplo, quien anhela el amor, o de quien lo recuerda. Aunque el que huye, aun metafóricamente, es que o quiere dejar algo atrás o alcanzar algo que aún no posee. O ambas cosas.

'La tierra de los sueños', ya desde su evanescente portada, nos invita a un territorio misterioso, no sólo el de este disco, sino probablemente el territorio de su obra entera, ese lugar que han inventado y habitado desde siempre. Una apuesta, la de La Dama se Esconde, al fin y al cabo radical que parece no haber merecido totalmente el recuerdo o el reconocimiento de los treintañeros nostálgicos que sí han completado el aforo en los conciertos de Los Secretos o Nacha Pop.

Fiel a su carácter y al espíritu que viene inspirando su obra desde hace ya muchos años, las canciones de Nacho Goberna en solitario, continúan, con los matices que otorga la madurez, en las coordenadas que se marcó desde un principio: 'Transparente' (2002) y el inminente 'Un bosque de té verde', previsto para el mes de abril, son el rastro a seguir de una música que muda de piel sólo lo imprescindible. Es probable que la exhuberancia de 'La tierra de los sueños' se haya tornado mesura, y que las deseos imposibles de muchas de sus canciones no hieran del todo, como tampoco del todo se curen. Después de la prueba de fuego del tiempo, su mundo sigue definitivamente intacto.