JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 26/04/2012

En una noche como la del pasado viernes, repleta de conciertos en Granada (once, incluyendo a la Torroja) y de bolsillos vacíos, los NIÑOS MUTANTES consiguieron que la (ahora muy grande) sala Industrial Copera tuviera una entrada mucho más que aceptable. Como ocurre con otros grupos de su generación, en Granada sí juegan en casa, se les quiere y se nota en cómo se les recibe y aplaude.

En su continuo suma y sigue (del que hablábamos hace unos días en su discurrir paralelo al de La Habitación Roja) los dos últimos discos han supuesto un acelerón importante en su carrera, marcando considerables distancias con todo lo anterior en fondo (¡ay, se han hecho mayores!) y forma (abandonando la ortopédica ortodoxia indie). Los resultados son memorables en casi la mitad de los puntos del índice de ambos cedés, que forma prácticamente todo el programa del concierto que nos ocupa. Llegaron por 'La puerta', como debe de ser, y a la segunda ya habían "naufragado", anticipando un concierto bien ensamblado, y cantado con esa calidez agrietada con que motiva Alberto Martínez sus historias, matiz emocional que redunda en cercanía y despierta amigable confianza.

'El miedo', 'Empezar de cero', 'Caerán los bancos' (sí, ya, ya...) o 'El infierno' encajan con coherencia rítmica en su sitio, y más por contraste con la siguiente tanda, acústica hasta la soledad cantautoril de 'Florecer', 'Mi niño no quiere dormir' y 'Dame tu mano', ésta "con un puntito psicodélico" como dijo su autor. Hacía un rato que echando mano de 'Veneno-Pólen' habían recordado tiempos más uniformes (¡cuando más de varios espectadores ni habían nacido!) e incluso al llegar a 'Volverás' (fundido con 'Cuando te vi') se remontaron afectuosamente más atrás, a los tiempos de la banda nodriza Mabaker de donde despegaron; una marca que conviene recordar porque crece con el tiempo.

A esas alturas el concierto flotaba ya solo y con canciones que funcionaban como una garantía de salvación en un entorno desolador. El tema náutico fue también el de 'Summer On A Solitary Beach', prescindible versión de Franco Battiato (¡al que también adaptan Grupo de Expertos Solynieve!) en riguroso italiano del Relejo. Faro siciliano desde el que ya se veía el final de la presentación con sus bises incluidos, y que llegaría tras el subidón de tono de 'Errante', cuyo estatus de pieza mutante más popular buscan revalidar hundiendo a la flota, entera, tocado tras tocado, dando si acaso más madera a Andrés Cárdenas para un segundo volumen de pecios de andar por casa. La vida es justa, y los que no podemos subir en ningún Titanic, pero vamos de polizones, tenemos las canciones mutantes como un buen asidero para sobrevivir cuando todo se hunda.