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LA MELANCOLÍA DE KING KONG

LA MELANCOLÍA DE KING KONG

King Kong también paga facturas

El espectáculo cuenta con tres finales, una decisión de dirección que despista al público, cualquiera de los dos primeros hubiera sido válido.


Redactor  VICKY PEINADO  |  Madrid, 28/03/2012


La desmitificación como excusa para poner de relieve un mundo en el que sólo queda venderse al mejor postor, en el que tanto ganas tanto vales. Un icono, el de King Kong y Fay en el Empire State de Nueva York, una imagen que nos sitúa en el epicentro del mundo actual y, sin embargo, el icono nos remite a un universo agotado y caduco, el de estrellas de cine ajadas, que no han aceptado el paso del tiempo y cómo la fama sólo ha dejado un rastro inmundo tras de sí. La pareja no puede dejar de mirar hacia ese lugar, se identifican con aquel esplendor y hoy no son más que una sombra de lo que fueron, pero no saben hacer ninguna otra cosa. Son de carne y hueso, tienen que pagar facturas como todo hijo de vecino, sufren como cualquier mortal pero no son cualquier mortal...


Además, tienen un hijo, un anormal al que todos señalan con el dedo en el colegio, un niño rarito que lee (¡Oh, dios mío, lee!) cuyos padres recrean, una y otra vez, aquella imagen de fuerza animal contra frágil feminidad en espectáculos pornográficos en locales de dudosa reputación. Su madre es una puta con ínfulas de princesa y su padre es un gorila necesitado de atenciones, que echa de menos sus raíces salvajes, por una parte, y la serenidad del hogar junto a una esposa dócil y cariñosa, algo que su mujer está muy lejos de ser.


El texto, excesivamente largo para contar lo que quería contar, tiene momentos formales estupendos y parlamentos que merecen realmente la pena. La puesta en escena se pliega perfectamente al contenido, pero las transiciones son farragosas en muchas ocasiones y las escenas se alargan demasiado por falta de síntesis. El espectáculo cuenta con tres finales, una decisión de dirección que despista al público, cualquiera de los dos primeros hubiera sido válido; el primero dejaba una puerta abierta a la esperanza y a la imaginación del respetable, el segundo terminaba con una imagen icónica y potente. El tercero, dividido en dos partes, en la que en la primera la reflexión de la pérdida y la escena en que la actriz llora la desaparición de su pareja, emociona, pero añade un cierre en el que el hijo, convertido en un bohemio, se lleva en la maleta la historia de sus padres para un día hacer la novela de su vida, riza el rizo y no deja al espectador ninguna oportunidad de especulación sobre la suerte futura que correrán los protagonistas de esta historia.


La inclusión de recursos cómicos, a través del audiovisual, amenizan el ritmo del espectáculo y refuerzan la sensación de soledad que experimenta el denostado personaje de King Kong. Mención especial merece la incursión en el espectáculo del "cantante" (interpretado por Emilio Rivas) que, en una cita que Fay tiene con el aviador que en su momento intentó atacar a King Kong en lo alto del Empire State, irrumpe con un globo en forma de corazón y vestido de etiqueta, entonando maravillosamente bien.


Óscar de la Fuente, en el papel de King Kong, tiene momentos de gran lirismo y su trabajo corporal es preciso y admirable. En las escenas que comparte con su hijo, que interpreta Fernando Soto, en el pedazo de selva que nos brinda la escenografía, la partitura de movimiento conmueve y hace entrar al público en el código "animal" sin sobresfuerzo.


El personaje de Fay, que interpreta Lidia Otón, adolece en ocasiones de falta de profundidad. Se echa de menos la ruptura de la máscara, si es que esta existe, que únicamente se presiente en la última parte, en la pérdida, y que te deja con la espinita de saber más sobre cómo ella siente en realidad, fuera de esos tacones de vértigo, y esas batas de seda.


'LA MELANCOLÍA DE KING KONG' nos deja imágenes llenas de ingenio y espectacularidad como la de King Kong repartiendo coches por el espacio, durante un diálogo, y aplastándolos con sus pies, como en aquellos fotogramas de una época dorada para los personajes de esta historia.

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