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GRANADA EN OFF

GRANADA EN OFF

Nunca antes

"Queremos que los que vengan detrás tengan las mismas oportunidades que hemos tenido nosotros y no todos los problemas que les están poniendo".


Redactor  JUAN JESÚS GARCÍA  |  Granada, 20/05/2011


Casi por definición el músico es un personaje aislado, individual y escasamente propenso a la manada, todo lo más funciona en grupo ("banda"), y pequeño, de cuatro o cinco ejemplares, e incluso a veces tres son ya multitud. Sea porque lo exige la labor de creación, tan individual e intransferible como un parto, o por el genotipo previo que predestina, los que se dedican a hacer canciones no suelen manifestarse colectivamente, y siempre le encuentran el perfil disidente a cualquier iniciativa que implicara diluir su exclusividad en un paquete. El medio, que además tiene más de primitiva supervivencia y de ley del más fuerte (la célebre "ley del telón") no ayuda tampoco. Al menos así ha sido en el hábitat musical de Granada desde que el hombre de Orce inventó la percusión con dos huesos de gacela de la Hoya de Baza, como relataría intenso Félix Rodríguez sobre la famosa línea de bajo de Antón García Abril en 'El Hombre y la Tierra'.


En los últimos... ya casi medio siglo, apenas ha habido propuestas similares, acaso bajo el trauma del accidente que acabó con la formación original de Los Ángeles... y tres décadas después en un nuevo homenaje precisamente al mismo grupo por sus nietos musicales, la entrañable muestra benéfica para la cubana Danays Bautista o el ya muy reciente "festival por la patilla" para ayudar a un compañero a adquirir una cara prótesis. Entre medias han fracasado todas la propuestas colectivas, de reunión, manifestación, sindicales, etc.


Pero algo ha cambiado con la evolución de la especie en las últimas generaciones, capaces de darle la vuelta al argumento, limar asperezas y rebabas (ayuda lo suyo la cerveza de grifo como lubricante) y ponerse de acuerdo en los mínimos comunes denominadores: lo que sucedió en Granada el martes pasado no ha tenido precedentes, nunca antes ha ocurrido. Y estaría muy bien que tuviera consecuentes. No solamente que "alguien" se plantee la discursión legal sobre el término "musica en vivo" (el que afecta a todos los locales donde brota la música a ras de suelo y crecen sus practicantes) ya que hay obvias y notables diferencias entre el millón de vatios que llevan los Rolling Stones, y el "volumen brutal" de un cantautor, un dúo acústico o un guitarrista de flamenco dejándose la garganta en el intento: incomprensiblemente para la norma todo es lo mismo. Esa regulación es el fondo de la cuestión, siendo de tan grosera imprecisión que permite todo tipo de arbitrariedades por parte de cualquier personajillo de maltrecho superyo con mando en plaza.


Entiendo que lo más importante que ocurrió en el antiguo recinto del Espárrago Rock (al que muchos no volvían desde entonces) no fueron las 10.000 o 20.000 personas que acudieron, eso es un gratificante dato concreto de una noche, sino que por primera vez se ha tenido perspectiva global de gremio, de alcance... y de fuerza; en defensa propia ese "hoy por nosotros" supone que mañana será "por todos", en palabras del cantante de Lori Meyers: "queremos que los que vengan detrás tengan las mismas oportunidades que hemos tenido nosotros y no todos los problemas que les están poniendo". ¡Razonamientos bastante más chatos han sido calificados por nuestros políticos profesionales de grandilocuente "responsabilidad de estado"!


Manejar guías turísticas de grandes ciudades es descubrir el potencial que manejan estás músicas, por más que a "uno y los míos" el concepto de cultura termine en los coros rocieros y la zarzuela (con un "vanguardista" Arturo Fernández completando la programación del Corpus pasado). Mientras que capitales como Buenos Aires, Montevideo, Londres, Lisboa... ponen estas otras músicas al mismo nivel que las típicas y tradicionales en los manuales de información turística, aquí se sancionan locales "por tener música en vivo con un músico tocando la armónica sin estar autorizado" (real, 2000 euros). No hay que ir tan lejos: el País Vasco dedica en un reciente libro publicitario de tirada nacional a sus escenas de rock y de jazz los mismos espacios que a su legendaria gastronomía en la promoción para el visitante.


Aprendamos algo de los demás y sumemos, aunque "no sean de los nuestros ni nos voten", como dijo una miope política local desde le escenario del Festival del Zaidín viendo a 20.000 personas (personas, no votos) delante. Sumemos, sí, y cuidado, que por primera vez los músicos se han unido... ¡ y son muchos! Que no decaiga.

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